tengo un plan.

Quiero escribir cartas. Quiero escribirles a las personas que (para bien o para mal) han cambiado o influido en mi vida. Quiero escribirle, por ejemplo, al profe Rafa; agradecerle por los ejercicios de ortografía que se tomaba el tiempo de aplicarme en las horas que yo esperaba a que mi mamá saliera de dar clases. Y es que no se si él lo hacía con fines educativos o simplemente por mantenerme ocupada para evitar que me aburriera tanto, pero quizá él desconozca lo valiosos que fueron esos momentos para mí y el amor que despertó en mí hacia la ortografía.

Escribo esto porque se me ocurrió que la mayoría de las personas pasan por tu vida en instantes, con acciones cotidianas tan simples que no esperan generar ningún impacto, pero realmente son de esos momentos de los que se construyen las personalidades, al menos la mía lo está. Y creo que es lindo darse la oportunidad para expresarle todo eso a las personas, decirles lo que significaron mientras tengamos la fuerzas para hacerlo.

(Quiero decir; yo, al menos, me volvería loca si algún día recibo una carta de alguien que en realidad no representaba demasiado, agradeciendo meramente por mi existencia, por todo eso que pude haber realizado involuntariamente y resultó ser trascendental, como si la vida misma estuviese agradeciéndote por ser tú mismo, por vivirla, dejándote ver que cada cosa que haces es arte, y como el arte, es percibido por todos de una manera diferente, con un impacto medido en diferentes escalas).

Quiero escribir cartas.

Como un reflejo de todo lo que no expresamos pero se queda con nosotros.